miércoles, 18 de junio de 2008

CAPÍTULO 5. A TODO HAY QUE ACOSTUMBRARSE


- excursoris Publi est?.- Dijo Indibil haciendo gala de un latín perfecto.

Si mi traducción era acertada me estaba preguntando si era un espía de Publio, sin duda se refería a Publio Cornelio Escipión, también conocido como el africano, el general que Roma había enviado a Hispania para luchar contra los cartagineses. Este general había venido a Ilerda por dos motivos: el primero era pacificar a esos belicosos ilergetas que siempre que podían armaban bulla y el segundo motivo consistía en algo más personal, a saber que en la última reyerta entre Roma e Ilerda los romanos habían tenido muchas bajas incluidos el padre de Publio y su tío que también habían sido ilustres generales romanos.

- No soy un espía, en realidad soy de aquí. – Respondí
- No le creo – Dijo Mandonio.- Es evidente que no conoce nuestra lengua y sin embargo conoce la de esos demonios romanos.
- Eres un necio- Dijo Indibil refiriendose a mí. - Insultas nuestra inteligencia, no obstante saldrás de esta con vida. Vamos a soltarte. Irás al campamento romano y le dirás a Publio que si no desea acabar como su padre más vale que abandone las tierras ilergetas y que lo haga pronto o yo mismo le mataré con estas manos.

Entonces entró empujada por otros hombres la hija del pescadero.

- Esta te acompañará. No queremos con nosotros gente que se acuesta con el enemigo.

Entonces nos escoltaron hasta la entrada de la ciudad y tras nosotros cerraron las puertas.

Andamos el trecho que nos separaba del campamento romano situado en lo que en el futuro sería el altiplano del “secà sant pere”, tras alcanzar el final de la rampa donde en el futuro se construiría la casa cuartel de la guardia civil pude contemplar el fuerte romano en todo su esplendor.

Todo el campamento estaba rodeado de una empalizada de unos tres metros y en su interior estaba representado todo lo que normalmente se podía encontrar en una ciudad romana típica, el campamento se hallaba dividido en cuatro partes por dos calles principales de norte a sur y de este a oeste; en el centro podían verse las tiendas de los oficiales formando una plazoleta que hacía las veces de foro donde la élite del ejercito romano se reunía para charlar. Rodeando esta plaza se encontraban las tiendas de los legionarios y en los extremos se acurrucaban animales de carga y almacenes varios.


Al llegar a la entrada un legionario me plantó su pilum(*) delante del pecho, y nos dijo con voz cansina.

- ¿Dónde vais, con este majadero bella mujer?

- Dejadnos pasar- dijo ella. – Venimos a ver a Romulo.

- ¿Romulo?. ¿El decurión?


- Veritas est. – dije yo.

El legionario dio unas voces y pronto otro legionario salió del campamento.

- Acompañadme. –dijo.

Le seguimos hasta el centro del campamento frente a una de las tiendas de oficiales y allí nos dijo que esperaramos mientras él anunciaba nuestra visita.

Al cabo de un momento salió de la tienda un hombre pulido y delicado que más parecía un escriba que un combatiente, al vernos, aquel hombre abrazó a la chica y se metieron corriendo en la tienda dejándome allí sólo como un pasmarote.

No imagino que estaban haciendo pero tras veinte minutos salieron y el decurión se puso a dar vueltas alrededor mío mientras hablaba:

- Me has traído a mi amada y me agradaría compensarte.

No sabía porqué pero aquel tipo no me daba muy buena espina.

- Estarás cansado. – dijo. En esa tienda hay un caldarium(**), allí podrás asearte antes de la cena.

Al entrar en aquella tienda una nube de vaho me abrazó, el aire era húmedo y olía a esencias herbales muy sutiles. En el fondo una esclava nubia(***) de raza negra vertía agua sobre unas piedras calientes lo que provocaba aquellas brumas. En el centro de la tienda un barril bajo lleno de agua caliente me esperaba.

Me desnudé y entré en el agua. La esclava se me acercó por detrás y comenzó a masajear mis hombros. Por unos instantes me olvidé de todo y me relajé profundamente.

De repente, las manos de la esclava dejaron de tocarme y en su lugar otras manos más huesudas y duras continuaron el trabajo. Me giré y mi sorpresa fue mayúscula al ver que quien me estaba dando un masaje era Rómulo, este, se encontraba en cuclillas y completamente desnudo.

- Esta es la dura vida del legionario romano. – dijo- pero al final te llegas a acostumbrar.

En ese momento no sabía como escapar de aquella situación y menos lo supe cuando Rómulo se deslizó dentro del agua y noté su mano posándose en mi ingle. Estaba pensando en como salir de este embrollo cuando entró gritando muy enojada mi eterna salvadora.

- Me dijiste que tus aventuras con otros hombres eran cosa del pasado

- Y así es querida, Ilergetux y yo sólo estabamos conversando.


- ¿Conversando?¿Es que crees que soy estúpida? ¿Crees que no he visto como lo mirabas?¿Acaso no soy suficiente para ti?

El tío no sabía que inventar para defenderse y se quedó mudo. Ella se metió en el agua.

- ¿Acaso no soy bella?- Dijo ella arrancándose la túnica y mostrándonos sus generosos senos.

- Tócame Ilergetux. Dile a este pánfilo si merezco la pena o no.

Para mis adentros me dije: si toco un seno me quedo sin pelotas

- Tócala Ilergetux. – Hazle el amor, he visto como miras a mi mujer y me gustaría veros haciéndolo

Entonces ella empezó a masturbarme y yo me puse como una moto, como el tío consentía no podía desaprovechar la ocasión, me animé de tal forma que acabé haciéndoselo allí delante de aquel payaso que no sabía aprovechar como yo los placeres del pescado, o eso creía yo, por que cuando estaba en el clímax, Romulo se sumó a la fiesta y sin poderlo evitar mientras yo penetraba a su mujer el me penetró a mí y mi tercer ojo no volvió a ser el mismo nunca más.

Continuará…



(*) El pilum era un arma romana semejante a una lanza pero algo más corta, se usaba como arma de ataque ya que su longitud extra permitía al legionario atacar sin exponerse al alcance de la espada de su adversario.

(**) En los baños romanos siempre había un caldarium consistente en una piscina de agua caliente a unos veinticinco grados y un frigidarium que solía mantenerse a catorce grados, el choque térmico al enfrentar la piel a ambas aguas vigorizaba el cuerpo y daba salud.

(***) Los nubios eran los habitantes de la provincia romana de África , esta abarcaba una estrecha franja de terreno tocante al mar meditárreneo ubicada en el actual Egipto.