miércoles, 18 de junio de 2008

CAPÍTULO 5. A TODO HAY QUE ACOSTUMBRARSE


- excursoris Publi est?.- Dijo Indibil haciendo gala de un latín perfecto.

Si mi traducción era acertada me estaba preguntando si era un espía de Publio, sin duda se refería a Publio Cornelio Escipión, también conocido como el africano, el general que Roma había enviado a Hispania para luchar contra los cartagineses. Este general había venido a Ilerda por dos motivos: el primero era pacificar a esos belicosos ilergetas que siempre que podían armaban bulla y el segundo motivo consistía en algo más personal, a saber que en la última reyerta entre Roma e Ilerda los romanos habían tenido muchas bajas incluidos el padre de Publio y su tío que también habían sido ilustres generales romanos.

- No soy un espía, en realidad soy de aquí. – Respondí
- No le creo – Dijo Mandonio.- Es evidente que no conoce nuestra lengua y sin embargo conoce la de esos demonios romanos.
- Eres un necio- Dijo Indibil refiriendose a mí. - Insultas nuestra inteligencia, no obstante saldrás de esta con vida. Vamos a soltarte. Irás al campamento romano y le dirás a Publio que si no desea acabar como su padre más vale que abandone las tierras ilergetas y que lo haga pronto o yo mismo le mataré con estas manos.

Entonces entró empujada por otros hombres la hija del pescadero.

- Esta te acompañará. No queremos con nosotros gente que se acuesta con el enemigo.

Entonces nos escoltaron hasta la entrada de la ciudad y tras nosotros cerraron las puertas.

Andamos el trecho que nos separaba del campamento romano situado en lo que en el futuro sería el altiplano del “secà sant pere”, tras alcanzar el final de la rampa donde en el futuro se construiría la casa cuartel de la guardia civil pude contemplar el fuerte romano en todo su esplendor.

Todo el campamento estaba rodeado de una empalizada de unos tres metros y en su interior estaba representado todo lo que normalmente se podía encontrar en una ciudad romana típica, el campamento se hallaba dividido en cuatro partes por dos calles principales de norte a sur y de este a oeste; en el centro podían verse las tiendas de los oficiales formando una plazoleta que hacía las veces de foro donde la élite del ejercito romano se reunía para charlar. Rodeando esta plaza se encontraban las tiendas de los legionarios y en los extremos se acurrucaban animales de carga y almacenes varios.


Al llegar a la entrada un legionario me plantó su pilum(*) delante del pecho, y nos dijo con voz cansina.

- ¿Dónde vais, con este majadero bella mujer?

- Dejadnos pasar- dijo ella. – Venimos a ver a Romulo.

- ¿Romulo?. ¿El decurión?


- Veritas est. – dije yo.

El legionario dio unas voces y pronto otro legionario salió del campamento.

- Acompañadme. –dijo.

Le seguimos hasta el centro del campamento frente a una de las tiendas de oficiales y allí nos dijo que esperaramos mientras él anunciaba nuestra visita.

Al cabo de un momento salió de la tienda un hombre pulido y delicado que más parecía un escriba que un combatiente, al vernos, aquel hombre abrazó a la chica y se metieron corriendo en la tienda dejándome allí sólo como un pasmarote.

No imagino que estaban haciendo pero tras veinte minutos salieron y el decurión se puso a dar vueltas alrededor mío mientras hablaba:

- Me has traído a mi amada y me agradaría compensarte.

No sabía porqué pero aquel tipo no me daba muy buena espina.

- Estarás cansado. – dijo. En esa tienda hay un caldarium(**), allí podrás asearte antes de la cena.

Al entrar en aquella tienda una nube de vaho me abrazó, el aire era húmedo y olía a esencias herbales muy sutiles. En el fondo una esclava nubia(***) de raza negra vertía agua sobre unas piedras calientes lo que provocaba aquellas brumas. En el centro de la tienda un barril bajo lleno de agua caliente me esperaba.

Me desnudé y entré en el agua. La esclava se me acercó por detrás y comenzó a masajear mis hombros. Por unos instantes me olvidé de todo y me relajé profundamente.

De repente, las manos de la esclava dejaron de tocarme y en su lugar otras manos más huesudas y duras continuaron el trabajo. Me giré y mi sorpresa fue mayúscula al ver que quien me estaba dando un masaje era Rómulo, este, se encontraba en cuclillas y completamente desnudo.

- Esta es la dura vida del legionario romano. – dijo- pero al final te llegas a acostumbrar.

En ese momento no sabía como escapar de aquella situación y menos lo supe cuando Rómulo se deslizó dentro del agua y noté su mano posándose en mi ingle. Estaba pensando en como salir de este embrollo cuando entró gritando muy enojada mi eterna salvadora.

- Me dijiste que tus aventuras con otros hombres eran cosa del pasado

- Y así es querida, Ilergetux y yo sólo estabamos conversando.


- ¿Conversando?¿Es que crees que soy estúpida? ¿Crees que no he visto como lo mirabas?¿Acaso no soy suficiente para ti?

El tío no sabía que inventar para defenderse y se quedó mudo. Ella se metió en el agua.

- ¿Acaso no soy bella?- Dijo ella arrancándose la túnica y mostrándonos sus generosos senos.

- Tócame Ilergetux. Dile a este pánfilo si merezco la pena o no.

Para mis adentros me dije: si toco un seno me quedo sin pelotas

- Tócala Ilergetux. – Hazle el amor, he visto como miras a mi mujer y me gustaría veros haciéndolo

Entonces ella empezó a masturbarme y yo me puse como una moto, como el tío consentía no podía desaprovechar la ocasión, me animé de tal forma que acabé haciéndoselo allí delante de aquel payaso que no sabía aprovechar como yo los placeres del pescado, o eso creía yo, por que cuando estaba en el clímax, Romulo se sumó a la fiesta y sin poderlo evitar mientras yo penetraba a su mujer el me penetró a mí y mi tercer ojo no volvió a ser el mismo nunca más.

Continuará…



(*) El pilum era un arma romana semejante a una lanza pero algo más corta, se usaba como arma de ataque ya que su longitud extra permitía al legionario atacar sin exponerse al alcance de la espada de su adversario.

(**) En los baños romanos siempre había un caldarium consistente en una piscina de agua caliente a unos veinticinco grados y un frigidarium que solía mantenerse a catorce grados, el choque térmico al enfrentar la piel a ambas aguas vigorizaba el cuerpo y daba salud.

(***) Los nubios eran los habitantes de la provincia romana de África , esta abarcaba una estrecha franja de terreno tocante al mar meditárreneo ubicada en el actual Egipto.

martes, 10 de junio de 2008

Ilergetux, la película


El próximo capítulo de ilergetux está al caer, pero hoy os quiero comentar una idea que se me ocurrió el otro día.


Estoy pensando en hacer una película acerca de ilergetux para presentarla a concurso en algún festival de cine fantástico.


Me encantaría contar con vuestra ayuda para llevarla a cabo, necesitamos actores y actrices, y como no, algún sponsor que nos patrocine.


Quien sabe, quizás esta es vuestra oportunidad de demostrar lo que valeis e incluso de haceros famosos. Animaos, enviad un e-mail a ilergetux@gmail.com indicando que personaje os gustaría interpretar o bien si quereis patrocinar el desarrollo de la película.


Os garantizo respuesta a todos/todas los que nos envieis un mensaje.


¡Ayúdanos a que Ilergetux cobre vida!

sábado, 7 de junio de 2008

CAPITULO 4. EL SEXO Y EL PESCADO


Ya estaba de nuevo en casa, la aventura había sido muy estimulante aunque también peligrosa. Pasé un par de días descansando y preparando mi siguiente viaje. En esta ocasión avanzaría unos ciento cincuenta años respecto de mi última parada, aquella había sido una época turbia y especialmente dura para Lleida, la guerra entre Cartago y Roma estaba en su punto álgido y los jefes ilergetas alternaban simpatías con uno y otro bando por lo que el resultado era predecible: recibíamos bofetadas de todos los lados.


Subí al castillo con mi nuevo equipo de supervivencia, en él había incluido una pistola de balines que había comprado en la “casa Anglés”, con ella no mataría a nadie pero quizás me iría mejor que el machete que tan poco éxito había tenido en mi viaje anterior. Al llegar al baluarte de la “llengua de serp” planté la máquina y pulsé el botón.


Aparecí en una colina poblada de árboles y evidentemente el castillo ya no estaba, miré hacia abajo y ví una ciudad de Lleida completamente rodeada de murallas, podía ver muy bien la puerta de entrada a la ciudad en lo que ahora es la calle magdalena. Cerca de la entrada distinguí los baños romanos y la primera calle asfaltada de Lleida, el “carrer major”.
Bajé por la montaña esquivando la prominente vegetación y en breves minutos me situé delante de la puerta que se hallaba abierta de par en par, había mucha gente entrando y saliendo de la ciudad, unos trajinaban fardos de leña y otros iban cargados con verdura de los huertos existentes fuera de las murallas, también había mujeres que cargaban con cubos de madera llenos de agua. Al verme todos se quedaron mirándome pero nadie me dijo nada.
Entré en la ciudad y mientras paseaba me hizo gracia pensar lo poco que había cambiado la ciudad en dos mil años pues a ambos lados de la calle mayor estaban dispuestos en fila pequeños comercios en los que se ofrecían mercancías para todos los gustos.


Me sorprendió ver a un tendero exponiendo sus pescados y vociferando a los que por allí pasaban, ¿de donde debían sacar el género estando tan lejos del mar? Al acercarme un poco más aquel buen hombre me mostró un bello ejemplar de trucha y entonces comprendí que todos aquellos peces eran de río y que probablemente habían sido pescados en el Segre.
Aquel hombre hablaba sin parar e insistía en que yo comprara su pez, no es que lo comprendiera, pero sus intenciones eran claras. De repente, la hija del tendero apareció por la puerta de la tienda, de pechos generosos y unos bellos ojos verdes captó de inmediato mi atención.
Usé el poco latín que recordaba de mi época de estudiante para hacerle ver a aquel hombre que no me interesaba su pescado.


- Haud fames habeo

Si no recordaba mal eso quería decir que no tengo hambre.


El hombre me miró con desprecio y me dejó en paz, creí que había hecho bien respondiendo a aquel hombre en latín pero en aquel momento no sabía hasta que punto la había cagado.
En breves instantes aquel hombre cuchicheó algo a la oreja de otro tendero y éste comenzó a correr calle arriba. En unos minutos cuatro o cinco hombres se abalanzaron sobre mí y a empujones me llevaron hasta lo que en el futuro sería la plaza San Juan. Me imaginé lo que querían hacer conmigo cuando observé los cadáveres ahorcados de varios hombres y mis dudas sobre sus intenciones se disiparon rápidamente cuando ví a uno de los hombres preparando unas sogas.


A esas alturas, estaba buscando desesperadamente en mi bolsa la pistola de balines mientras los hombres reían y me propinaban patadas.


De repente, unas trompetas sonaron fuertes y todo el mundo dejó de prestarme atención, los tenderos recogían sus paradas precipitadamente y la gente corría alocadamente de un lado a otro, pronto me quedé solo en la plaza con la pistola en la mano y temblando de miedo. ¿Qué diablos pasaba?


Las puertas de la ciudad se estaban cerrando y muchos hombres se estaban situando en las murallas de la ciudad armados con arcos. La cosa estaba clara, ¡Nos estaban invadiendo!
Corrí a esconderme en lugar seguro, pero no sabía donde hacerlo, entonces alguien salió de una puerta y tiró de mí hacia dentro de la casa. ¡Sorpresa! Era la hija del pescadero.


Me miró a los ojos y me preguntó en latín.


- ¿quien eres?
- Ilergetux. – Dije.
- ¿Eres un espía romano?

Entonces comprendí mi error, al hablar en latín me habían confundido con el enemigo, supongo que había caído durante la época de alianza de Lleida con Cartago.


No sabía muy bien que responder y como no respondía ella comenzó a hablar

- Mi nombre es Enlaia, mi padre me retiene aquí pero mi amor está en el campamento romano que hay apostado a las afueras de la ciudad. Su nombre es Rómulo y es decurión. ¿Lo conoces?

Debía improvisar o aquella mujer no me ayudaría

- Me ha enviado tu amado Rómulo para rescatarte. – le dije.

Entonces me cogió de la mano y cuando íbamos a salir de la habitación nos encontramos cara a cara con el buen pescadero. El tipo abrió unos ojos como platos y su aliento a pescado podrido inundó el ambiente cuando gritó con todas sus fuerzas. No tardaron ni dos segundos en hacer su aparición tres tipos grandes como simios que me redujeron en un instante con sus grandes manazas. Una vez neutralizado me llevaron a rastras al otro extremo de la ciudad.
Entramos en un sótano lúgubre, me empujaron y cerraron la puerta tras de sí. El ambiente era fresco y húmedo y un aroma a vino añejo inundaba la habitación, me encontraba en una bodega. Otra vez me habían quitado la mochila y por más que intenté derrumbar aquella puerta sólo conseguí hacerme daño.

Al cabo de pocos minutos alguien abrió la puerta, eran los mismos hombres otra vez, pero esta vez les acompañaba alguien más, a pesar de que el idioma en el que se expresaban era incomprensible para mí hubo dos nombres con los que se referían a aquellos nuevos tipos que sí comprendí perfectamente, uno se llamaba Indíbil y el otro Mandonio.


Continuará…

domingo, 1 de junio de 2008

CAPITULO 3. EL SEXO Y LA CARNE.


De repente, me pareció ridículo haberme traído sólo un machete para garantizar mi seguridad, habiendo pistolas, escopetas, etc. Estaba realmente atemorizado pero en esos momentos haces de tripas corazón, sentí como un torrente de adrenalina invadía mi cuerpo. Estaba listo para enfrentarme a cualquier situación.

Aquellos hombres se acercaban cada vez más, observaban las pistas más nimias, una rama rota, una pisada, se notaba de lejos que estaban acostumbrados a rastrear, seguro que nos encontrarían. Mi única opción era separarme de la chica y confiar en que no me hubieran descubierto, pero ella se agarraba a mí con fuerza.

En ese instante nos vió uno de los hombres, les gritó a los otros y los tres comenzaron a correr en nuestra dirección. Nos levantamos y comenzó una persecución frenética. Una flecha cayó al lado de mis pies.

Oía claramente a nuestros perseguidores sólo a unos metros de distancian y de repente el sonido paró en seco. Me giré y ví a los tres hombres tumbados en el suelo con el cuerpo atravesado por varias flechas. Alguien nos había salvado.

Mientras recuperaba el aliento mi compañera comenzó a hablar dirigiéndose a los dos hombres que se acercaban por un sendero, al llegar hasta nosotros, abrazaron a la chica, era evidente que la conocían. Ella les explicó algo, mientras, a mí me dirigían una mirada inquisitoria.

El más delgado me dijo algo, yo respondí señalándome a mi mismo.

- Ilergetux. – dije.
- Marcahaj.- Respondió, también señalándose.

Los otros se presentaron de la misma forma. Por lo visto el otro hombre se llamaba Bealdo y ella Andría. Los tres me observaban como si yo fuera alguien de otro planeta, mi atuendo les debía parecer inverosímil. A mí el suyo me parecía igualmente extraño. Los tres estaban bastante sucios, sus vestidos consistían en una camisa hecha de piel curtida de animal, sin mangas y los pantalones estaban formados por tres partes separadas y atadas por correas. Sus botas también estaban hechas del mismo material.

Me hicieron gestos para que los siguiera. Volvimos a donde estaban los hombres que nos habían perseguido y Bealdo sacó el machete que llevaba en su espalda, el mío en comparación parecía una navaja de boy scout, se acercó a un árbol pequeño y comenzó a dar machetazos. En unos minutos tenía dos ramas largas cortadas, Marcahaj sacó una cuerda y comenzaron a atar dos de los cuerpos por manos y pies a las ramas recién cortadas. Dispusieron los dos cuerpos en línea y entonces comprendí que querían llevárselos. Viladrí iba el primero, Bealdo el segundo y yo al final, cogimos las ramas y las colocamos sobre el hombro y así fuimos caminando en dirección a cappont.


Al llegar donde aproximadamente en un futuro estarían los campos elíseos vimos una pequeña aldea formada por cabañas hechas de troncos y hierba. Al entrar en la aldea bastante gente salió a recibirnos, había bastantes jóvenes y niños y prácticamente ningún anciano. Por lo visto los ilerdenses de aquella época morían jóvenes.
Descargamos a los hombres y la comunidad rápidamente se hizo cargo de ellos, yo no adivinaba que querían hacer con los cuerpos y me quedé mirando como se los llevaban, Andría se me acercó por detrás y me hizo señas para que la siguiera, entramos en una de las cabañas donde me esperaban un gran número de personas.

Entre todos me despojaron inmediatamente de mis cosas que fueron repartidas entre unos y otros, me hablaban pero no lograba entenderlos, cuando salimos de la cabaña estaba anocheciendo y me dejaron pasear libremente por la aldea.

Me sorprendió verlos curtiendo pieles, confeccionando ropa, herramientas y otros enseres como collares y adornos varios. Ví a Bealdo acercarse a una chica que estaba en el suelo haciendo una especie de pulseras de cuero, le cogío una, la chica le gritó unos cuantos improperios pero le dejo llevársela.

Este compra barato, pensé.

Se alejó con la pulsera recién adquirida y decidí seguirlo para ver que hacía con ella.

Bealdo fue directo hasta el otro extremo del pueblo, allí se encontraba Marcahaj encendiendo un fuego, para hacerlo contaba con la ayuda de unas piedras que frotaba entre sí y de las que salían chispas.

Al llegar a su lado, Bealdo le entregó la pulsera y Marcahaj le miró a los ojos. Lo que ví a continuación me dejó atónito. Los dos empezaron a besarse de forma apasionada, y comenzaron sin ningún rubor a manosearse los genitales mutuamente. El espectáculo era dantesco, y a ninguno de los dos parecía importarle lo más mínimo estar en un sitio en el que todos pudieran verlos. Viladrí se puso de rodillas y Bealdo le penetró por detrás mientras prociferaba gruñidos de placer.

Aquella debía ser la hora mágica por que más allá había otra pareja, en este caso un hombre y una mujer fornicando sin ningún pudor.

Una mano se posó en mi hombro desde atrás. Era una mujer joven y bonita. Me señaló el lugar donde Marcahaj y Bealdo se revolcaban y salió de su boca una risita nerviosa, me cogió de la mano mientras apartaba su poblada melena de su cara y me empujó hasta detrás de una cabaña.

No pude resistirme a lo que vino a continuación, ciertamente tampoco me hubiera gustado resistirme. Aquella mujer era una bomba sexual, se puso encima y me lo hizo con furia salvaje. definitivamente las “lleidatanas”de aquella época sabían lo que querían y no eran excesivamente remilgadas.

Cuando acabamos la vorágine sexual, la luna estaba alta, el pueblecito se había llenado de hogueras y la gente hacía piña alrededor de las mismas. En el centro del pueblo habían hecho una hoguera mucho mayor, y un grupo de mujeres estaban concinando algo grande en una marmita enorme.

La chica me llevó de la mano hasta aquel sitio. Un sentimiento de repugnancia intenso se apoderó de mí al ver lo que se cocía en aquella olla. Habían troceado el cuerpo de nuestros perseguidores y los estaban cocinando. El olor de la carne hervida había reunido a varios de ellos que ya se deleitaban con algunas partes del cadáver, ví a un niño mordisqueando golosamente una mano arrancada de alguno de los hombres.

Para aquello si que no estaba preparado, la chica me ofreció lo que parecía ser parte de un hígado, por lo visto mi cara era un fiel reflejo de lo que sentía por dentro y uno de los hombres que estaba comiendo un trozo de brazo comenzó a largarme improperios. Pronto otros lo siguieron y acabé siendo increpado por una multitud, alguien me pegó con un palo y tuve que salir corriendo. No me siguieron. Se quedaron allí comiendo y riendo. Supongo que la juerga duraría toda la noche. Decidí que ya había tenido bastante de esta época. Pulse el botón de regreso y la noche se hizo día.


Continuará…

jueves, 22 de mayo de 2008

CAPITULO 2 EL PRIMER SALTO.


Comencé a pensar en el primer salto. Me decidí por el año 500 A.C., mi objetivo era ver los primeros asentamientos ilergetas y aunque habría personas seguro que podría obtener unas fantásticas fotos de una Lleida sin edificios.

Antes del viaje debía encontrar un modo de asegurarme de que allí donde me materializaba estaba yo, y sólo yo; por nada del mundo querría probar que se siente al aparecer dentro de una roca o con un árbol atravesándote el cuerpo. Se me ocurrió que una solución posible sería enviar a la máquina sola para obtener imágenes del lugar de llegada, para ello, le monté en el extremo una pequeña webcam conectada directamente a una tarjeta SD que me permitía almacenar diez segundos de video pasados los cuales haría regresar a la máquina. Coser y cantar.

Para determinar cual sería mi equipaje hice lo que a partir de entonces se convertiría en un ritual previo a cada salto, me encaminé a la biblioteca pública y me empapé de la historia de la época que pretendía visitar. No había mucha información. Hace veinticinco siglos en Lleida vivían los primeros ilergetes, tribus íberas compuestas de gente sencilla y apacible que se dedicaba al pastoreo y al cultivo de la tierra. Si lo comparamos con otras partes del mundo no era una gran civilización, véase como ejemplo Roma y Cartago que en aquella época ya existían o Atenas que por aquel entonces ya había inventado un sistema político revolucionario: la democracia.

Como un homenaje al lugar que vió nacer la idea de cómo se podía viajar en el tiempo escogí aquel sitio como lugar de lanzamiento de mi primera aventura, deposité la máquina en el suelo y pulsé el botón de encendido. Inmediatamente la ví desaparecer, entonces esperé impacientemente diez segundos que se me hicieron eternos al cabo de los cuales la máquina reapareció, bastante mojada y con restos de barro.

Tras extraer la tarjeta de memoria me apresuré a insertarla en mi ordenador portátil.

Una espesa niebla se dibujaba en la pantalla, como mucho tenía diez metros de visibilidad y el terreno estaba embarrado; sin duda el río estaba muy cerca ya que podía escuchar por los altavoces del ordenador el rumor del agua muy cercano, y poco más se podía ver.


No quería aparecer en un barrizal y mojarme los pies así que decidí subir algo más arriba. Me situé en frente del mc donald’s al lado de los cines laurent, y repetí la operación. A esta altura la niebla había disminuido lo suficiente como para tener una visibilidad de unos cincuenta metros; la máquina había aparecido en medio de un bosque de chopos que se extendía hasta donde podía ver, desde luego, parecía un lugar seguro para el primer salto. En mi GPS marqué la localización exacta.

Fui a comprar todo lo que creí necesario para el viaje: algo de comida y bebida, un segundo par de botas y ropa de recambio, un mechero anti-viento y un machete de supervivencia. Lo metí todo en una mochila junto a mi cámara de fotos.

Me situé en el punto exacto y pulsé el botón.

El aire era húmedo y frío. Caminé en dirección al río hasta que éste apareció ante mí, me sorprendió mucho lo caudaloso y ancho que era, evidentemente en aquel tiempo no había embalses que retuvieran las aguas y estas bajaban con fuerza formando grandes remolinos y abundante espuma.

Remonté el río unos cientos de metros, el terreno aparecía irregular y era difícil avanzar por aquel entramado de árboles; en la otra orilla, a través de la niebla pude distinguir los últimos metros del río Noguerola que venía a morir al Segre. De repente, quedé paralizado por el miedo…, el grito ahogado de una mujer en una lengua que desconocía desgarró el ambiente. Me giré en dirección al sonido y pude ver a una joven de unos veinte años con una expresión grave de terror dibujada en su cara, parecía estar buscando desesperadamente un lugar donde esconderse, pero esconderse ¿de que?.

La chica me vió y corrió hacia mí mientras gritaba palabras que no entendía. Palpé en el interior de mi mochila buscando desesperadamente el machete, en un instante se había abalanzado sobre mí y me hizo caer de espaldas. Hablaba muy deprisa pero al comprender que no la entendía empezó a tirar de mí. Y entonces pude verlo.

A unos cientos de metros avanzando rápidamente hacia nosotros había tres hombres armados con arcos y no parecían tener muy buenas intenciones, la chica se escondió entre la maleza y yo hice lo mismo.


Continuará…

domingo, 18 de mayo de 2008

CAPTITULO 1. EL MOTIVO


Hola a todos, mi nombre es Ilergetux, no es mi nombre verdadero, claro, pero mi identidad debe permanecer oculta.

Si supierais a cuanta gente le gustaría apoderarse del terrible secreto que guardo comprenderíais por que nadie debe saber quien soy.

Todo empezó durante el verano de 2002. En Lleida esta estación suele ser ardiente y húmeda y aquel verano no fue diferente. Por aquel entonces yo era un joven licenciado en ciencias físicas, postgrado en mecánica cuántica por la universidad autónoma de Barcelona con un futuro prometedor como investigador, pero jamás hubiera pensado que todos los planes que había elaborado a lo largo de mis años de estudiante cambiarían de una forma tan inesperada aquella tarde.

El sol ya se estaba escondiendo, y el calor sofocante de la tarde había sido sustituido por una refrescante brisa acompañada de múltiples nubes de mosquitos que iban y venían formando en el aire extraños dibujos cambiantes. Me encontraba frente al río Segre. No hacía muchos años que lo habían canalizado y sus lindes se habían convertido en un lugar de esparcimiento rodeado de césped, gente corriendo, mamás que pasean a sus hijos en sus carritos y equipos de fútbol improvisados compuestos exclusivamente por inmigrantes.

Me encontraba tumbado en el césped acompañado del último libro de Stephen Hawking “Historia del tiempo”, llevaba leyendo cerca de una hora y me sentía algo cansado por lo que decidí irme a casa. Cerré el libro y distraídamente miré aquella nube de mosquitos que ejecutaba un baile aleatorio por encima de mi cabeza y entonces lo ví.

Aquella visión me había dado una idea genial, en mi cabeza imaginé cada mosquito como partículas subatómicas bailando caprichosamente de forma aleatoria sin forma, de repente un mosquito tomaba una dirección y los inmediatamente cercanos adaptaban su vuelo para no separar el grupo, de igual forma se me ocurrió que las partículas podían ordenarse usando la fuerza de interacción débil, sólo moviendo una única partícula se podría ordenar el conjunto. Aquello era la clave, aquellos mosquitos me habían dado la idea básica que sólo tres meses después se habría de convertir en una máquina que había cautivado la imaginación de decenas de escritores de ciencia ficción. Ahora sabía como crear la primera máquina para viajar en el tiempo.

No era excesivamente complicada y aun no sabía para que la utilizaría, construirla me costó la friolera de tres euros y un cuarto de hora. Cuando estuvo terminada me dije. Muy bien, ¡ya la tengo!, y ahora, ¿que hago con ella?. Tenía el aspecto de un bolígrafo, me la introduje en el bolsillo trasero del pantalón y decidí ir a dar un paseo para pensar en que podría usar mi nuevo juguete.

Bajé por la Rambla de Aragón, absorto en mis pensamientos y cuando llegué a la altura de la plaza de Cataluña me crucé con dos chicas que me apartaron momentáneamente de aquello en lo que estaba pensando. Se podrían definir como un delicioso bocado, tengo que decir que poseo un fuerte instinto de seducción que me ha proporcionado en múltiples ocasiones problemas y placeres, y es que cuando descubro un ángel no puedo evitar intentar llevármela al catre, y estas, creedme eran ángeles con mayúscula.


Me hice el encontradizo, dejé caer la máquina del tiempo disimuladamente en frente de las chicas con la esperanza de que alguna de ellas al recogerla del suelo creyera que era un bolígrafo y se agachara para recogerlo devolviéndomelo con una sonrisa.

La reacción de ambas, fue, no obstante, algo diferente de lo que yo esperaba, me dirigieron una mirada de pocos amigos, y eso que mi aspecto siempre ha jugado a mi favor, no es por presumir pero fuí mister Wonder en 2004, un concurso para guapos con talento en la discoteca más popular de Lleida; las chicas, tras la mirada asesina pisotearon sin ningún rubor mi máquina y siguieron su camino seguramente criticando mi osadía.

Entonces pensé : ellas se lo pierden, yo también soy un bocado delicioso, y hay muchos más peces en el mar, pero algo me intrigaba, ¿Qué tenían las chicas de mi ciudad para tener un carácter tan cerrado?.

Decidí descubrirlo, sabía que el origen de la personalidad colectiva se hallaba en la historia, que es la que lleva a un pueblo a ser quien es, y esto no lo digo yo, lo dijo el famoso psicólogo Carl Fridth allá por 1940, de forma que para entender el carácter peculiar de los ilerdenses sólo hace falta conocer su historia y ahora tenía la mejor herramienta para conocer la historia de Lleida y sus habitantes. Tenía mi máquina del tiempo. Además de entender el perfil psicológico de mis conciudadanos seguro que podría ligar.

continuará...